Ya es tiempo de despedirme. Este fin de semana de Pascuas viajé a Budapest. La intención era tomarme unos días de vacaciones y poder reflexionar un poco sobre el viaje. Fueron días particulares: de balance y cierta satisfacción por los logros alcanzados. Pero también hubo lugar para la tristeza. Otra vez se manifestó la pena por lo que quise y no fue. Aún me pesa el dolor que se que causé con mi decisión y con el lugar en el que ella se desencadenó.
El último día en esta ciudad comencé a aceptar algunos anhelos profundos, independientemente de que suceda con ellos. Nuevamente debo enfocarme en mi, confiar y comprender que no es posible tener el control sobre todo lo que me rodea. Incluso, en algunos casos, puedo decir que «mis cartas están jugadas» y que el resto de la partida ya no depende de mi.
Lograr confiar…en mis decisiones, en mi corazón, en que hay cosas que aunque aún no pude entender seguramente tendrán un sentido. Esta es mi meta para los últimos días.
Por otra parte, disfruté mucho de este espacio. Cada vez que necesité reconectarme conmigo, la escritura fue el medio a través del cual lograrlo. Aunque una antropóloga en Berlín termina con mi regreso a Buenos Aires, quizás alguna vez vuelva a escribir aquí. Por ahora no lo sé…
Mientras tanto estoy creando otro blog para seguir contando como es mi tránsito, que elijo, que simplemente sucede, que me entristece y que me enamora del mundo. Quienes quieran podrán visitar este nuevo Diario de Viaje en https://unaantropologacaminando.wordpress.com